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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Las raíces de un desarraigado : Barea en Montevideo"
En Marcha, Montevideo, Nº 814, 1956, p. 22

"Ya había ocurrido en España y en Francia, en Inglaterra y en los Estados, Unidos, en Argentina y en Chile, y no podía dejar de ocurrir aquí. La presencia de Arturo Barea -de su voz cálida y fuerte, de sus opiniones directas, enunciadas en un español de firmes aristas y sabor popular-, la figura y las opiniones de Arturo Barea parece ser el de suscitar no sólo el interés (palabra tibia para aplicársela) sino la pasión y hasta el furor. Porque Barea parece un epítome de contradicciones. Es un español republicano, un rojo, y sin embargo es también un súbdito inglés, que trabaja en la BBC y recibe a los periodistas locales en la Embajada británica; Barea es colaborador de los Cuadernos por la Libertad de la Cultura y ha sido profesor en una universidad norteamericana (en Pennsylvania, 1952) pero no es un ANTI ni cree que haya que partir el mundo en mitades para que se devoren minuciosamente; Barea es un novelista exilado que ha mostrado las raíces de la descomposición española (en La forja de un rebelde) y el estado actual de esa descomposición (en La raíz rota) pero no es un intransigente que repudie a todos los escritores españoles que se quedaron en España y, desde la península y con una valentía no siempre fácil de reconocer, documentan hasta donde es posible la misma descomposición del régimen (p. e. Camilo José Cela en La colmena, para cuya edición en inglés Barea escribió un prólogo). Es una palabra, Barea es un hombre y no un correligionario.

Y lo que nadie parece soportar en estos duros tiempos es alguien que hable y opine por sí mismo: alguien que no deba consultar las últimas consignas del partido o la cofradía. Y por eso la presencia de Barea (aquí, como en todas partes) constituye desde el martes 22, a las 18 horas, un tema obligado de discusión, de acuerdo y desacuerdo, de implícita polémica para los discutidores montevideanos.

La culpa la tiene el propio Barea. Pocos escritores españoles han desnudado tanto el alma y el cuerpo como él. No sólo en La forja de un rebelde (novela autobiográfica de inusitada franqueza en las letras hispánicas) sino hasta en la ficción de La raíz rota en que el autor se proyecta en la figura del protagonista y realiza, vicariamente, la vuelta a la España corrompida de Franco). (Aclaro: nunca volvió, ni quiere volver, a esa España). Porque todo lo que escribe Barea en sus libros o todo lo que dice Juan de Castilla desde la BBC, es él mismo, y está escrito desde la altura de su propia experiencia intransferible y lleva el sello de su personalidad única. De ahí la inmediatez de su testimonio que opera sobre los lectores con el hechizo de una personalidad viva, inmediatamente comunicada a cada uno. De ahí el personalismo con que se manifiesta no sólo el escritor en sus textos, sino cada lector a partir de ellos. Debajo del libro se capta el hombre. Y con ese hombre cada lector entabla su diálogo o combate.

La presencia de Barea entre nosotros ha suscitado ansia en los más impacientes, en los que rehúsan hundirse en las densas entrañas de sus libros para extraer de ellas las respuestas; ha suscitado, y continuará suscitando, el fusileo de preguntas personales y el no menos personal bombardeo de palabras de quienes sólo pregunta para lograr difundir mejor sus opiniones privadas. Y si habrá quienes siempre recuerden que Barea es un escritor e inquieran por su obra literaria en preparación (una novela sobre el viejo tema de Abel, el elegido de Dios, y Caín que no quiso ser el guardián o el guardaespaldas de su hermano)o se pregunten por los motivos de su viaje (conocer estas tierras donde tienen tantos lectores y escuchas), habrá muchos otros que lo asedien pidiéndole la fórmula para sacar de una vez a Franco de España o un juicio sobre la socialización de la medicina en Inglaterra. Y aunque Barea tenga opiniones sobre estas y muchas cosas más -al fin y al cabo es un hombre que vive en este mundo de todos- y aunque Barea las comunique sin reticencias, y con rápido incisivo humor, parece más oportuno preguntar por las raíces de este hombre y este escritor.

Cuando empezó a escribir La forja de un rebelde, Barea pensó titularla Las raíces, porque eso era el libro: un viaje en el tiempo para volver a tocar las raíces. Después cambió el título, pero no el sentido de la obra. Escritura en los duros meses del exilio en Francia (con la constante amenaza de ser internado en un campo de concentración por el gobierno democrático de entonces); continuada en Inglaterra donde encontró refugio en momentos dramáticos, donde rehizo su vida y hasta su ciudadanía, la obra constituyó para el exilado la verificación de sus raíces, el reconocimiento de dónde se hundía aquello que lo tiene atado al mundo desde 1897) y aún antes, a través de padres y abuelos). Y las raíces están en España. Son España.

Barea no ha dejado de ser español, aunque sea ciudadano británico y admire y ame a Inglaterra. No ha dejado de ser español, de hablar y pensar en español, de escribir en español. (Su inglés sigue siendo una personal variante madrileña de la lengua de Shakespeare). Y aunque ha echado raíces materiales en un pueblito cercano a Oxford (Faringdon); aunque las ediciones inglesas de sus obras siguen precediendo a las en lengua castellana, Barea es español y es un escritor español Ha quedado geográficamente desarraigado de España desde 1938, pero sus raíces espirituales sigue intactas.

Y esto es lo que viene a explicar La raíz rota. Aunque en un sentido algo distinto de lo que expresaba Cotelo en el artículo que se publicó en estas páginas la semana pasada. En su última novela Barea prueba (por la fuerza de su imaginación apoyada en una documentación muy sólida) como ha quedado desarraigado el pueblo español dentro de España misma. Y piensa en los jóvenes sobre todo, cuando dice en las últimas palabras del libro que sí se plantan las raíces en un suelo que no esté agrio, y si llueve sobre ellas durante tres días, los brotes comenzarán a crecer: en el suelo mismo de España (no fuera), pero sin agruras ni rencores. Porque es en la juventud de España, los hijos de los que combatieron en uno y en otro bando, en donde está la esperanza de un nuevo arraigo.

Barea tiene las raíces en España y la cabeza en la realidad. Barea sabe que no es con fórmulas utópicas, ni con la vieja y querida intransigencia de los partidos políticos de 1936 que se va a solucionar un conflicto que existe ahora, y en términos de hoy. No son los Muera a Franco que pronuncian sus víctimas los que van a matar al caudillo. Son las fuerzas de los jóvenes españoles que nacieron en un mundo en descomposición y comenzaron a abrir los ojos y a ver que ese mundo es el mundo que les ha tocado. Pero cuando esos jóvenes empiecen a moverse (y ya han empezado a hacerlo desde la muerte de Ortega y Gasset) no será para volver a las luchas de 1936 sino para plantear, ahora en 1956, el problema de España en sus términos reales de hoy, en los términos de ellos.

Porque tiene las raíces en España, porque es español y escritor español, Barea (ciudadano británico, comentarista de la BBC, residente en Faringdon, Berks.) ha dedicado y dedica su vida a despertar en la conciencia de los españoles la necesidad de mirar con ojos abiertos la realidad actual de España, a deponer la intransigencia y las rencillas de grupo, a sacrificar en beneficio de todos lo que haya en cada uno de irreductiblemente personal (de español, en fin). Esa es su tarea, esa su noble misión."

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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