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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"André Gide, Premio Nobel 1947"
En Marcha, Montevideo, Nº 406, 1947.
p. 14.

"El Premio Nobel de Literatura correspondiente al año 1947 ha sido adjudicado a André Gide. Esta distinción material (y popular) recae sobre la obra más rica y contradictoria de la literatura francesa contemporánea. Recae, además, sobre un hombre al que sus discípulos, sus admiradores, sus detractores, ya habían consagrado. Basta hojear la colección de la Nouvelle Revue Française (que contribuyera a fundar Gide y cuya dirección invisible ejerciera), basta examinar las documentadas páginas de la Histoire de la littérature française contemporaine de René Lalou, para advertir la calidad y latitud de la influencia de Gide en las letras de estos últimos treinta años. Ni su temprana separación del movimiento simbolista; ni su resistencia a una conversión al catolicismo (lo que él llamaba, tan gráficamente, "rodar bajo la Santa Mesa"); ni su denuncia del régimen colonial francés; ni su adhesión al comunismo y su posterior ataque al stalinismo; ninguno de estos actos (tan discutidos, tan calumniados por la pasión de los interesados) disminuyeron su influencia. Sólo consiguieron renovar su público. Y ahora, a los setenta y ocho años, Gide continúa siendo una fuerza viva. Lo prueban, entre otras cosas, la lozanía de su Teseo, la revista literaria L'Arche, publicada bajo su patronato, y el odio incansable de sus enemigos.

En alguna parte ha escrito Gide: "Ne me comprenez pas si vite, je vous en prie". Esta suspensión del juicio, tan patéticamente solicitada, no responde a un deleite narcisista de morosa contemplación de la propia obra. Responde a la firme y honesta convicción de que todo juicio instantáneo, así como toda rígida definición, sólo pueden mutilar la verdadera, la múltiple y cambiante realidad que ofrece André Gide. Esta dificultad, este malestar que se experimentan al acercarse a su obra con fórmulas preparadas de antemano, la conoce cualquiera que haya intentado expresar -por la palabra- su experiencia de este autor impar. Pero esta no es la única dificultad. Otra no menor es la de luchar contra la abundancia desorientadora de los documentos acumulados por el mismo Gide. El primero en intentar la aprehensión de su esencia (de sus esencias) ha sido el propio creador, quien ha utilizado con tal propósito las formas literarias más disímiles, desde la autobiografía objetiva y minuciosa (Si le grain ne meurt, 1920) hasta la ficción novelesca (Les faux-monnayeurs, 1925) o la anotación cotidiana e íntima (Journal, 1889-1939). El resultado ha sido una documentación de primer orden, pero (como es natural) extremadamente compleja y difícil de manejar.

Si a la dificultad arriba enunciada se suma la índole misma de la literatura y el pensamiento gidianos, todo intento de simplificación, de divulgación de sus ideas, resulta casi inútil por principio. (No digo nada de esos veloces ataques irresponsables de quienes -sin haberlo leído o pensado detenidamente- improvisan juicios inapelables, amparados en su verbosidad, en su antipatía, en sus consignas, en su ignorancia). Por eso mismo, esta breve nota sólo pretende indicar algunos temas fundamentales de la obra de André Gide.

Quien observe la carrera literaria de Gide advertirá que refleja una entrañable busca de sí mismo, al mismo tiempo que una trasposición en clave artística de la agonía del poeta, de su pasión. En su primera época (simbolista y postsimbolista), Gide se "libera" -como hacía Goethe- con sus poemas (Poesies d'André Walter, 1892), con sus tratados o sus soties (desde el Traité du Narcisse, 1891, hasta Les caves du Vatican, 1914), con su teatro (Le roi Candaule, 1901, Saül, 1903, etc.). Mientras tanto, va registrando en su Journal las variaciones de su humor, la curva de sus opiniones. Con la redacción de su autobiografía emprende Gide una empresa de incalculables proyecciones porque, emulando el intento de Rousseau, pretende comunicar toda su aventura moral e intelectual (incluso su homosexualismo). En esta época de maduración es cuando realiza Gide sus obras capitales: la autobiografía citada, el Dostoievsky (1923), Les Faux-monnayeurs, su más ambicioso intento novelesco (1925). A partir de ese momento, su obra literaria, proseguida sin pausa hasta hoy, se halla ligada estrechamente a la actualidad política, que refleja y enjuicia. Un viaje por el Congo provoca la valiente denuncia del régimen francés (Voyage au Congo, 1927 y Retour du Tchad, 1928). La publicación en volumen de sus Pages de Journal correspondientes al período 1929-1932 documentó su separación definitiva del catolicismo, su conversión al comunismo. Con Retour de l'URSS (1936) y Retouches a mon Retour de l'URSS (1937) manifestó su desafección al régimen soviético (no al comunismo) y denunció no sólo su asombro por el endiosamiento de Stalin o por la esclavitud de los obreros rusos, sino un peligro mayor que estas palabras de su Journal habían anticipado: "Lo que me atemoriza es que esta religión comunista comporta, también ella, un dogma, una ortodoxia, unos textos a los que se invoca, una abdicación de la crítica..." La caída de Francia provocó en Gide una hondísima crisis, que recogen fielmente sus Pages de Journal, 1939-1942. Al desaliento inicial (Gide ya se sentía demasiado viejo para concebir la infamia de la ocupación de otra manera que como un castigo), sucedió una esperanza que se fue afirmando a medida que crecía la Resistencia.

(El lector habrá notado la frecuencia con que se menciona aquí el Journal, Esta es la obra principal de Gide, aquella que lo comunica mejor. La anotación cotidiana permite al escritor dibujar su sucesiva realidad, eludiendo, a la vez, la hinchada confesión romántica, o el penoso querer -decirlo- todo de un Amiel. "Al dejar entrever cada año", dice su discípulo Drieu la Rochelle, "tal o cual aspecto de sí mismo, Gide ha concluido por determinar, a fuerza de toques delicados, un contorno de su ser mucho más seguro en su estremecimiento y su vibración que si hubiera forzado sus rasgos y acentuado claramente las tintas." Y aunque no se ha publicado el Journal completo, lo que se ha difundido es ya suficientemente importante como para que se le considere un documento esencial, como la obra que facilita mejor el conocimiento de Gide).

Para la reseña que antecede he tenido en cuenta, principalmente, la obra literaria de Gide. Me autoriza a ello una declaración del mismo escritor: "El punto de vista estético es el único desde el cual hay que colocarse para hablar de mi obra sanamente." Esto no quiere decir que la obra de Gide no arrastre (o incluya) problemas de orden moral, religioso, político, filosófico. Es más: hay obras enteramente dedicadas a plantear conflictos extraliterarios. Sin referirme a las políticas, recordaré: Corydon (1911) que discute el homosexualismo; Souvenir de la cour d'Assises (1914) sobre la Justicia (o la injusticia); Numquid et tu...? (1922) sobre la religión católica. Y no se olvide, tampoco, la influencia que han tenido sus teorías sobre la disponibilidad ("La necesidad de la opción me fue siempre intolerable; elegir se me aparecía no como elegir sino como rechazar lo que no elegía"; o también: "Tengo miedo de comprometerme. Quiero decir, de limitar por lo que hago lo que podría hacer"), sobre el acto gratuito (acción confusa pero tan atractiva: un acto inmotivado, desinteresado). Sin embargo, no debe olvidarse que estas teorías nacen y se desarrollan en el cuerpo de alguna creación literaria: Les nourritures terrestres (1897) o Le Prométhée mal echainé (1899). Con lo que se vuelve al punto de partida: el enfoque estético.

Uno de los críticos más lúcidos de André Gide, su amigo Charles Du Bos, escogió como epígrafe para su Dialogue avec André Gide estas palabras de Laura a propósito de Edouard en Les faux-monnayeurs: "A decir verdad, no sé lo que pienso de él. Nunca es, por mucho tiempo, el mismo. No se ata a nada; pero no hay nada que ate más que su fuga. Usted lo conoce desde hace muy poco para juzgarlo. Su ser se deshace y rehace sin cesar. Se cree agarrarlo... es Proteo. Toma la forma de aquello que ama. Y a él mismo, para comprenderlo, hay que amarlo." A pesar de esta declarada simpatía, Gide se ha considerado falseado por Du Bos. El Journal anota el 19 de setiembre de 1928: "La frase de Mme. Théo sobre Charles Du Bos es excelente (después de leer su largo estudio-proceso sobre o contra mí): Se salva sobre vuestra espalda." ¿Cómo pretender entonces, en una síntesis tan apretada como ésta, apresar las esencias de este Proteo? No lo han logrado totalmente ni el cáustico Paul Souday (1927), ni el penetrante Du Bos (1928), ni el fino Jean Hytier (1933), ni el ferviente Klaus Mann (1942), ni el agresivo Julien Benda (1945), ni el mismo Gide. Que la imperfección de sus trabajos sirva de alivio a la de éste."

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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