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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Panorama bibliográfico de 1946"
En Marcha, Montevideo, Nº 363, 1947.
p. 14-15.

"Este panorama comprende únicamente la producción hispanoamericana en español. No pretende abarcar todo: selecciona aquello que interesó especialmente al crítico. Considera también algunos libros publicados en los últimos meses de 1945 porque aquí fueron distribuidos recién en 1946.

Algunos clásicos (*)

Si se exceptúan las nuevas ediciones de traducciones ya conocidas - los trágicos griegos (El Ateneo), Aristófanes y Montaigne (Losada) - y algunas versiones modernas - los Tratados morales de Séneca y la Poética de Aristóteles (La Universidad Nacional Autónoma de México - la única publicación verdaderamente nueva fue la del Martín Fierro a cargo de C. A. Leumann (Estrada). El poema de Hernández (la novela de Hernández, diría Borges) ha sido minuciosamente estudiado por Leumann, quien ya anticipara, en 1945, algunos aspectos de su labor (Ver El poeta creador, Sudamericana). Su obra complementa (sobre todo en lo que respecta a la Vuelta de Martín Fierro) las investigaciones de E. F. Tiscornia.

Poesía junta

La obra poética más plena, más perfecta, más gozosa, de estos últimos años se ofrece ahora al lector español bajo el nombre de Jorge Guillén: Cántico (Litoral, México). Desde aquel primer Cántico de 1928, pasando por el de 1936, hasta este de 1945, la obra de Guillén no ha cesado de desarrollarse orgánicamente hasta alcanzar una madura belleza. "El valor máximo de su poesía", ha dicho Pedro Salinas en 1935, "es representar la conciencia poética más clara, más luminosa, exacta y profunda que hace mucho tiempo ofrece nuestra lírica".

Otros dos títulos completan el aporte español: La estación total con Las canciones de la nueva luz de J. R. Jiménez (Losada), obras inéditas, fechadas entre 1923 y 1936, e Hijos de la ira de Dámaso Alonso (Espasa Calpe), cuya primera edición española no llegó a difundirse aquí. (Este libro duro y violento, que el autor subtitula Diario íntimo logra una poesía descarnada, problemática).

La principal contribución extranjera fue la traducción de las Elegías de Duino, de R. M. Rilke, hecha por J. J. Domenchina (Centauro, México). Con los Sonetos a Orfeo, estas elegías constituyen la creación medular del versátil lírico checo. La cuidada versión de Domenchina las incorpora dignamente a nuestra lengua.

Dos antologías merecen señalarse: el Mapa de la poesía negra americana, nuevamente trazado por E. Ballagas (Pleamar) y el discutido florilegio de E. Díez-Canedo: La poesía francesa desde el romanticismo hasta el superrealismo (Losada). Algunas curiosas o irregulares traducciones amenguaron la eficacia de esta simpática empresa.

Melodramas victorianos

Con la publicación de La dama de blanco (1860) y de La piedra lunar (1868) la editorial Emecé proporcionó al público de habla española dos importantes muestras de la novelística inglesa del siglo pasado. Ambas constituyen la culminación de un género y de un autor. Collins - cuyo nombre vuelve a la luz, después de un injusto olvido - fue un maestro del suspenso, del folletín. Su genio sobresalió en tomar una materia despreciable (inexistente para la literatura) y en dotarla de intensidad, de pasión. Sus peculiares condiciones le permitieron la composición de esas dos grandes - y extensas - novelas, sustentadas en conflictos mínimos (pero complejos), alimentadas generosamente por el entusiasmo, por el penetrante ingenio de Collins. Ambos libros fueron incluidos en la colección de novelas policiales. Esta circunstancia no debe hacer olvidar que ante todo son melodramas victorianos.

Algo sobre Joseph Conrad

Al reeditar las Obras Completas de Conrad - que publicara en España, Montaner y Simón - Emecé propició una lectura más vigilada, más intensa de este novelista anglopolaco. En efecto, bajo la inocente apariencia de novelas de aventuras, Conrad atacó en sus obras algunos problemas fundamentales de la conducta humana y evocó algunos conflictos imperecederos. (De él son estas palabras: "Mis lectores conocen mi convicción de que el mundo, el mundo temporal, descansa en unas pocas y simples ideas; tan simples como las colinas. Descansa, especialmente, en la idea de Fidelidad"). Pero no es sólo esto lo que da permanente vigencia a la obra de Conrad. Un agudo sentido del estilo y la natural precaución del que se mueve en un idioma ajeno, le obligaron a preparar cuidadosamente cada página. La amistad de Henry James favoreció sus inclinaciones naturales. El resultado fue magnífico. Se puede apreciar en casi todos los títulos ya publicados por Emecé - Bajo las miradas de Occidente, Nostromo, El negro del "Narcissus", Victoria - y en algunos de los que se anuncian, en especial: El corazón de las tinieblas, Lord Jim, Tifón.

Novelistas europeos

Como todos los años abundaron las traducciones (más o menos deficientes) de novelas contemporáneas. En ese heterogéneo conjunto se destacan algunos autores y títulos. (Para simplificar el panorama agrupo los autores por literaturas).

La versión de Dubliners (1914) hecha por L. A. Sánchez (Ercilla) careció del rigor estilístico que reclamaban estos cuidados ejercicios de Joyce, algunos de los cuales anticipan ya temas del Ulyses. Para perfeccionar su tarea Sánchez suprimió dos de los quince cuentos de la edición original. Uno se pregunta para qué hacer la traducción en semejantes condiciones.

Uno de los libros más discutidos fue Memorias de una enana de Walter de la Mare (Nova). Una curiosa confusión - alegremente propiciada por los editores - se formó en torno a esta obra. Se la presentó como un original estudio psicopatológico sobre la anormalidad de los enanos. En realidad es una irregular novela que oscila entre la pintura dickensiana del mundo cotidiano y la morosa elaboración de un universo fantástico presidido por una falsa enana. De un punto de vista estrictamente literario, la obra adolece de casi todos los defectos del melodrama finisecular (conflictos pueriles, personajes esquemáticos, extensión desmesurada) y de ninguna de sus estimulantes virtudes (suspenso, felices invenciones, humor).

El aporte inglés de este año se completa con una colección de relatos bien chestertonianos: El hombre que sabía demasiado (Nova) y con La primera Lady Chatterley de D. H. Lawrence (Rueda) - expurgado borrador de la definitiva, la famosa.

Con Albertina ha desaparecido y El tiempo recobrado la editorial Rueda terminó la publicación en español de la magna opus proustiana. La calidad de la traducción de M. Menasché obliga a seguir considerando inéditos estos últimos volúmenes. Losada prosiguió la versión de Les Thibault de Martin du Gard con La muerte del padre y la de Les hommes de bonne volonté de Romains con Los soberbios. (Este es el tomo quinto: la obra completa alcanza, según algunos optimistas, a treinta y dos volúmenes).

También se tradujeron Nacimiento de la Odisea de Jean Giono (Argos), cuidadosa reconstrucción de las aventuras de Ulises, y Los javaneses de Jean Malaquais, discutido discípulo del discutido Céline.

La literatura rusa facilitó algunas reediciones - por ejemplo, el famoso Caballero de San Francisco de Iván Bunin (Emecé). Pero la obra más importante fue Días y noches de Konstantin Simonov (Pueblos Unidos, Montevideo). Por encima de las limitaciones del género bélico y de la inevitable propaganda, Simonov logró un cuadro veraz y convincente, estilizado con claro sentido épico, de la lucha por Stalingrado.

Dos novelas de Arthur Schnitzler, La señorita Elsa, Huída a las tinieblas (Losada) permitieron el acceso a un mundo clausurado: Viena entre dos siglos, antes de la doble catástrofe. Las distintas técnicas empleadas por Schnitzler no lograban disimular el común enfoque decadente y melancólico, crepuscular. También ofrece un mundo clausurado, una sensibilidad ya superada, la novela de Hermann Hesse, Demián (Argonauta). Junto a finos atisbos de la infancia esta obra aporta un lastre bastante insoportable de equívoco trascendentalismo, de dudoso espiritualismo.

Con José el Proveedor de Thomas Mann (Ercilla) se cierra el ciclo de Joseph und seine Brüder. Sin compartir totalmente el juicio algo irreverente de Hamilton Basso (ver MARCHA, Nº 356) se puede advertir en la obra completa un abusivo deleite por la meditación oscura y compleja. Esto perjudica bastante a una creación que, desde el punto de vista novelesco, ofrece una enorme vitalidad, una poderosa y fascinante belleza.

Algunos norteamericanos

Muchos novelistas norteamericanos traducidos al español están fuera de la literatura. Aquí se trata de los que quedan dentro. En primer lugar de Dreiser. Una tragedia americana (publicada por Ayacucho) ha sido considerada su obra maestra. Algunos prefieren, sin embargo, Jennie Gerhardt. De todos modos, sea o no aquélla su obra maestra, parece indudable que Dreiser no es un maestro (en el sentido en que lo son Henry James, Faulkner o Valéry). Para aquellos que - en Norteamérica y aquí, en el sur - presentan a Dreiser como modelo de lo que debe ser el novelista contemporáneo conviene reproducir estas palabras de Sartre: "La técnica que usa Dreiser para describir a los norteamericanos la copió, directa o indirectamente, de los realistas franceses - de Flaubert, de Maupassant, de Zola. ¿Cómo podemos acalorarnos con métodos que se originaron con nosotros, que aprendimos en la escuela, y que, cuando estamos hartos de ellos, nos son reembarcados desde Norteamérica?" (Ver Novelistas americanos vistos por los franceses, en MARCHA, número 352).

La mediocre traducción de En lucha incierta (Poseidón) permitió el conocimiento imperfecto de un John Steinbeck seguro de sus recursos, fuerte, bastante convincente. Algunas imprecisiones (en el trazado de los caracteres, especialmente) perjudicaron esta obra, una de las más logradas de su autor. Con Mildred Pierce (El suplicio de una madre, Emecé) ensayó Caín la novela larga, de situaciones cuidadosamente detalladas, de abundantes virajes folletinescos. El resultado hizo añorar la violenta concisión de The Postman Alway Rings Twice. Con El Estafador (Emecé) Cain anticipó un agradable libreto cinematográfico. El resultado - pese a algunas escenas intensas - no mejora la despreciable eficacia del género.

Un novelista de nuestro tiempo

Pero la obra más rica, más densa, dentro de toda la producción contemporánea fue El ministerio del miedo de Graham Greene (Emecé). Este joven novelista católico (nacido en 1904) escribió una alucinante novela, semi-policial, semi-alegórica, que refleja honda y duramente la desesperanza y la angustia de nuestra época. Un estilo preciso y poético, una rara capacidad de comunicar los distintos ambientes, una implacable lucidez en el análisis de las almas, caracterizan este libro ejemplar.

El séptimo círculo

La colección de novelas policiales de Emecé incluyó - además de las obras de Collins y Graham Greene - algunos títulos importantes. Uno de ellos fue El maestro del juicio final de Leo Perutz. Utilizando diestramente el relato de un exaltado, casi histérico, obtuvo Perutz una novela fantástica, de solución ambigua. Más en el terreno puramente policial se destacaron Cuestión de pruebas, la primera novela de Nicholas Blake, Los otros y el rector y ¡Hamlet, venganza! de Michael Innes. La noche sobre el agua de Cora Jarret ofreció, bajo un esquema policial, una novela rosa ejecutada con bastante habilidad. La editorial Siglo Veinte tradujo la obra maestra de Dashiell Hammet: El halcón maltés. La inteligencia fría del protagonista - un detective privado poco escrupuloso - se lucía en un apasionante juego de intrigas, delaciones y muertes, ubicado en un San Francisco infernal.

Hombre adentro

Como todos los años se trató de alcanzar el hombre interior por medio de los conocidos caminos: biografías, memorias, epistolarios. Una selección - por rápida que sea - no puede olvidar el Tolstoi de Derrick Leon y la Reina Victoria de Edith Sitwell (ambas ediciones del Tridente), el minucioso y brillante estudio de H. Seidel Canby: Walt Whitman, an American (Sudamericana), el erudito trabajo de W. T. Walsh sobre Santa Teresa de Jesús (Espasa Calpe), y la fina interpretación psicológica de George Sand por Silvina Bullrich (Emecé). El renglón memorias fue prestigiado por la segunda parte de la autobiografía de Santayana: En la mitad del camino (Sudamericana), por el abrumador alegato de Richard Wright: Mi vida de negro, tan superior a las débiles invenciones de Los hijos del Tío Tom (ambos traducidos por Sudamericana), y por las Memorias y epistolario íntimo de Charles Darwin (Elevación). El último renglón - correspondencias - contó con el epistolario de Darwin, ya citado, con las Cartas a Rodin de Rilke (Archipiélago), documentos de primer mano para la comprensión de la extraña relación entre ambos artistas, con La amistad entre dos genios, título pomposo con que Elevación tradujo las cartas cambiadas entre Goethe y Schiller, y con la Correspondencia con Arnauld de Leibniz (Losada), en la que, bajo la forma epistolar, el filósofo comunica algunas de sus ideas básicas.

Deliberadamente dejé para el final el relato de Eduard Mörike: Mozart en viaje a Praga (Ricordi Americana). Este librito, escrito en 1856, narra con gracia exquisita un episodio auténtico de la vida de Mozart. La edición, ilustrada por Mariette Lydis, es una de las más hermosas del año.

Recuperación del pasado

La abundancia y la calidad de los libros de historia convirtió este año en uno de los más felices para esa disciplina. Ante todo, cumple recordar La España musulmana de Claudio Sánchez Albornoz (El Ateneo), un poderoso y brillante esfuerzo de síntesis de la civilización musulmana en España, realizado con todo vigor y amenidad. Otros títulos fundamentales: Florencia por F. T. Perrenss (Elevación), un manual en el que el autor condensó su monumental Histoire de Florence; Vida y cultura de la Edad Media, por J. Bühler (Fondo de cultura económica, México), valioso ensayo de interpretación hecho por un especialista; El hombre del Renacimiento por R. Roeder (Sudamericana) que plantea su tema a través del examen individual de Savonarola, Maquiavelo, Castiglione y Aretino; el clásico Manual de Historia de España por Rafael Altamira (Sudamericana); La historia social de Inglaterra por G. M. Trevelyan (Fondo de cultura económica, México), obra de uno de los más ilustres historiadores ingleses contemporáneos y la Introducción al estudio de Grecia por A. Petrie (Fondo de cultura económica), juicioso resumen de los conocimientos actuales sobre la Grecia clásica, en una fina traducción de Alfonso Reyes. A estos títulos se agregan algunas reediciones oportunas; por ejemplo, Grandeza y decadencia de Roma por G. Ferrero (Siglo Veinte) y el Esquema de la historia por H. G. Wells (Anaconda).

Ya en el terreno de la especulación pura, cabe anotar el original trabajo de Raymond Aron: Introducción a la filosofía de la historia (Losada).

Filósofos, sociólogos y ensayistas

La profusión de títulos y autores obliga a una selección rigurosa (y personal, es claro). Al azar de mis apuntes, cito: Técnica y civilización por Lewis Mumford (Emecé), complemento de la magistral Cultura de las ciudades (Emecé, 1945); Investigación sobre el significado y la verdad y Nuestro conocimiento del mundo externo (traducciones ambas de Losada), dos libros fundamentales de Bertrand Russell, filósofo que condesciende a comunicar sencillamente su visión nada sencilla del universo; dos estudios sobre Platón; el célebre ensayo de Pater, Platón y el Platonismo (Emecé) y una síntesis moderna de A. E. Taylor, El Platonismo y su influencia (Nova); un valioso trabajo sobre Sociología del Renacimiento por A. Von Martín (Fondo de cultura económica); un estudio de Gisèle Freund sobre este tema fascinante: La fotografía y las clases medias en Francia durante el siglo XIX (Losada); El problema de las generaciones en la historia del arte en Europa por Wilhelm Pinder (Losada), libro que examina cuidadosamente el debatido problema de las generaciones, y la Poética musical de Igor Strawinsky (Emecé) que plantea de modo personalísimo los fundamentos de la crítica musical.

Mención aparte merecen dos libros publicados por Losada. Uno de ellos es El concepto contemporáneo de España (1895-1931), antología de ensayos, seleccionada por Ángel del Río y M. J. Bernadette, que comprende textos capitales para la comprensión de la España contemporánea. La edición incluye eruditas notas biográficas y una excelente bibliografía.
El otro libro es la Guía política de nuestro tiempo de Bernard Shaw. La lozanía de este casi nonagenario - tenía 88 años cuando la escribió - provoca algo más que curiosidad o respeto; provoca una entusiasta admiración. Las convicciones políticas, religiosas o estéticas, brillantemente difundidas por este libro, verdadero resumen ideológico de Shaw, podrán suscitar la más viva oposición, pero no dejarán indiferente a nadie. Eso es más - ya se sabe - de lo que suele ofrecer un hombre.

Crítica literaria

Algunos trabajos magistrales ilustran este género. La editorial Revista de Occidente Argentina reeditó los Ensayos sobre poesía española de Dámaso Alonso (la primera edición es de Madrid, 1944). Con los estudios contenidos en este volumen - y con La poesía de San Juan de la Cruz, Madrid, 1942 - Alonso se sitúa a la cabeza de la crítica hispánica. De otro gran hispanista, Karl Vossler, se tradujeron dos obras: un examen sintético y profundo de Fray Luis de León (Espasa Calpe) y La poesía de la soledad en España (Losada; ya publicada, en 1944, por Revista de Occidente, Madrid). Este es uno de los libros capitales de la estilística romanc. C. A. Morinigo publicó una erudita investigación: América en el teatro de Lope de Vega (Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires). Otros títulos: Dante por Louis Gillet (Cronos); Ibsen y su tiempo por E. Anderson Imbert (Yerba Buena, Rosario); Ariosto y Corneille por Benedetto Croce (Imán); La resurrección de Homero en el siglo XX por L. A. Menafra (Pueblos Unidos, Montevideo); Demóstenes por W. Jaeger (Fondo de cultura económica, México); Ensayos sobre literatura clásica norteamericana por D. H. Lawrence (Emecé); Las grandes corrientes de la literatura en el siglo XIX por G. Grandes (Americalee) y Literatura del Brasil por Lidia Besouchet y Newton Freitas (Sudamericana). Además, la editorial Emecé tradujo la célebre Defensa de la poesía de Shelley.

Libros de arte

Como todos los honores la mayor cantidad de libros de arte - monografías, textos de estética, estudios de movimiento - fue repartida por la editorial Poseidón. Entre sus numerosos títulos se destacan: Oskar Kokoschka por H. Platschek, Aristide Maillol por J. Cladel y Apollinaire por Guillermo de Torre. El Ateneo preparó una edición utilísima del Laooconte de Lessing. Losada publicó una clara monografía de J. M. Podestá, Joaquín Torres García, y La divina proporción de Luca Pacioli, que aparte de ser uno de los tratados clásicos de la pintura renacentista, constituyó - por su impecable edición - una joya bibliográfica.

La más curiosa de todas las obras de esta sección fue, sin duda, el delicioso ensayo de Hazlitt: Sobre el retrato de una dama inglesa por Van Dyck (Emecé). Bajo ese título poco explícito y bastante poco comprometedor (como los de Montaigne, su maestro) Hazlitt desarrolló una verdadera teoría del retrato, finamente anotada, rica en sugestiones y en confidencias."

LETRAS NACIONALES

"Como todos los años, este 1946 ya desaparecido, vio integrarse un limitado conjunto de libros nacionales. Como todos los años el crítico tuvo poco trabajo. La susceptibilidad criolla del autor consagrado no tolera objeciones (por bien fundadas que sean), ni resiste comparaciones (a menos que se evoque a Whitman o a Goethe o a Platón). Tampoco es más blando el autor incipiente, para quien la crítica literaria solo puede ser un género neutro que reparte unánimes y anónimos espaldarazos, que proclama la bondad de toda inspiración quinceañera, que es una mera variante de la cortesía social.

Algunos originales, sin embargo, desafiaron esos dogmas consuetudinarios y editaron sus obras como si fueran responsables de ellas, como si fueran cosa propia, sustancial. Uno de los responsables fue Carlos Rodríguez Pintos, cuyo Canto de amor constituyó la más hermosa publicación del año. Bajo la feliz invocación de San Juan de la Cruz -

Ni tengo ya otro oficio,
Que ya sólo en amar es mi ejercicio

- se levantan las veinte octavas reales del Canto en que el poeta alcanza, en púdica exaltación, su madurez:

Por este aliento mío, desvaído,
Que quiebra en ti su vocación nocturna;
Por esta voz que, muerto ya el gemido
Muéveme a riesgo el alma taciturna
Por aquel llanto de juncal dormido
Que el alba hería en su celeste urna,
Venga a sosiego la madura frente
Y abra en elogio el labio reverente.

El concurso de cuentos organizado por MARCHA demostró que hay en nuestro país muchos jóvenes que creen en la responsabilidad literaria; demostró que algunos hasta la practican. El resultado visible - el que señalan el fallo y los cuentos publicados - no es el único que se debe considerar. En el conjunto de más de ciento cuarenta cuentos hubo errores y distracciones: algunos ingenios - desgraciadamente seudónimos - se creyeron obligados a plagiar a los imitadores de la mala literatura gauchesca, otros reiteraron los difundidos conflictos de los folletines radiales, otros, en fin, comunicaron sus propias vicisitudes o indignaciones, como si escribieran para un consultorio sentimental o para la sección de quejas de los lectores. Una despierta minoría reveló, en cambio, verdaderas inquietudes, un sincero propósito de crear algo personal y nuevo, un estimulante afán de superación. Algunos - los destacados por el fallo, entre ellos - evidenciaron algo más que inquietudes o propósitos. Y esto resulta tanto más valioso si se piensa que (con la excepción de Álvaro Figueredo) todos eran autores inéditos. Sus producciones, que van del realismo a lo Anderson de Castelli hasta el superrealismo kafkiano de Paganini, pueden servir de excelente anticipo a la literatura de los próximos años."

(*) La palabra clásico se emplea aquí en un sentido muy laxo, que permite la inclusión de Juan Ruiz y de Fielding juno a Petrarca y a Tácito.

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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