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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Ensayos de Aldoux Huxley"
En Marcha, Montevideo, Nº 298, 1945.
p. 14-15

Aldous Huxley: El tiempo y la máquina. Traducción del inglés por Marina Ruiz Lagos. Editorial Losada, Bs. Aires, 1945, 228 páginas.

"Muchos lectores de Esas hojas estériles, de Contrapunto, de Con los esclavos en la noria han lamentado que el autor no supiera resistir a la tentación de exponer su sabiduría y no dejara de intercalar insistentemente en la narración extensas disquisiciones o apretados ensayos. Otros lectores, por el contrario, han lamentado que la intriga novelesca, más o menos previsible, interrumpiera las brillantes reflexiones, las sagaces observaciones de los personajes. Para estos lectores publica Huxley sus ensayos; para ellos la editorial Losada ha recogido, bajo el insospechable título de El tiempo y la máquina, diez ensayos diversos.

La primera observación ineludible del lector se refiere a la unidad intelectual y estilística que manifiesta la selección. No importa que el tema sea el snobismo inglés o El sueño de Felipe II de El Greco; no importa que en ocho páginas se satirice el fetichismo moderno o que en cuarenta se trace un retrato de David Lawrence. La unidad se halla siempre presente (por encima de la diversidad de temas, por encima de la extensión de cada ensayo); ella hace más sabrosa la lectura del volumen. Dicha unidad responde a varios motivos: la actitud intelectual y moral frente al mundo, la identidad estilística, la reiteración de conceptos fundamentales, la proximidad en la fecha de composición de los ensayos. La nota fundamental está dada por la actitud del autor frente al mundo. En todos los ensayos se transparenta una misma concepción vitalista, desconfiada de lo meramente intelectual, que usa el intelecto para destruir sus propias falacias; una actitud de reverencia hacia la riqueza y multiplicidad del mundo y una actitud de desprecio por la mentira y el engaño en que vive el hombre corriente. Puede observarse plenamente esa doble y única actitud en el ensayo sobre D. H. Lawrence, en los titulados Uno y muchos y En un oasis de Túnez. Esa actitud vitalista, que parecerá increíble a quien sólo conozca a Huxley por lo que opinan los que no lo leen (o lo leen mal), representa una etapa fundamental de su evolución. En la página 164 dice: "Doy por sentado -es un acto de fe- que mayor proporción e intensidad de vida es preferible a una proporción menor y más débil". En esas palabras se explicita y se condensa lo que aparece desarrollado en los citados ensayos. En ese momento, la influencia de Lawrence es visible, pero no es avasalladora. Huxley corrige, de acuerdo con su peculiar manera de juzgar, la enseñanza de su amigo y ofrece una visión personal del mismo tema (Así, p. ej., no comparte el desprecio de Lawrence por la ciencia; ver págs. 19 a 20). Por otra parte, los momentos de esa actitud pueden rastrearse fácilmente en sus novelas. En Contrapunto (1928) se puede ver el planteamiento total del problema del hombre frente al mundo. (Es claro que se trata del intelectualizado hombre occidental de la post-guerra). En dicha obra cada personaje fundamental da una respuesta moral e intelectual a la vida, respuesta que ratifica con sus actitudes (p. ej., Rampion) o que desmiente con su conducta (p. ej., Burlap). La oposición que dibujan los caracteres representativos de Philip Quarles y Mark Rampion presenta el problema en sus últimos términos.

Los ensayos contenidos en El tiempo y la máquina permiten conocer directamente el pensamiento de Huxley alrededor de 1928; permiten comprender, además, que es peligroso atribuir a un autor las opiniones de uno cualquiera de sus personajes (ya que las opiniones aquí vertidas difieren bastante de las de sus personajes); permiten comprender, finalmente, que la falsa imagen de Huxley -el frío y ridículo intelectual- se ha formado tomando como modelo la caricatura del intelectual puro llamado Philip Quarles. Estos ensayos tienen además un valor propio y ese valor es independiente del conocimiento completo de la obra de Huxley por el lector. Cada uno de ellos interesa por sí, por la riqueza de su pensamiento, por la finura de su estilo, por la originalidad de sus enfoques. Dentro de la gran calidad de todos, se pueden elegir como mejores: D. H. Lawrence, Uno y muchos y De la vulgaridad en la literatura.

El ensayo sobre Lawrence es la presentación más exacta y profunda de la personalidad de este autor inglés. Sirvió originalmente de prólogo a sus Letters, publicadas por Huxley en 1932. Define a Lawrence interiormente y aporta un conocimiento personal y directo. Es, probablemente, el ensayo más importante sobre Lawrence, el que da más viva y fidedignamente la figura de este gran escritor. En De la vulgaridad en la literatura el tema se halla enfocado muy originalmente. El autor trata, ante todo, de expresar qué entiende por vulgaridad. Después de algunas observaciones circunstanciales llega a esta caracterización: "La vulgaridad es una bajeza que se proclama a sí misma; y esa proclamación es también, intrínsecamente, una bajeza" (p. 56). De acuerdo con esta concepción examina distintos tipos de vulgaridad, desde las actitudes de Villiers de l'Isle Adam y de Flaubert, hasta los ejemplos ilustres de Poe (en sus poesías), de Romain Rolland (en Colas Breugnon), de Balzac (en Séraphita) y de Dickens (en La tienda de antigüedades). Las afirmaciones de Huxley en este ensayo (así como en los otros) serán discutibles, pero no pueden dejarse de lado. Y pese a la afirmación de Edmond Jaloux de que a Huxley, en sus novelas, le convendría un poco de vulgaridad, se sigue prefiriendo el punto de vista de este último.

Pero el ensayo más rico en contenido intelectual es Uno y muchos. Aquí trata Huxley de definir la esencia de Dios, examinando las afirmaciones del monoteísmo y del politeísmo y enjuiciando su verdad o su falsedad de acuerdo con la esencia del hombre. La conclusión final es la de que el hombre es uno y múltiple, pese a su no desmentido afán de ser uno, siempre inmutable; de ahí concluye que Dios (lo divino) es uno y muchos, y que el monoteísmo puro sólo puede concebirse como doctrina pero no realizarse en la práctica (El ejemplo que aporta de la vida en la Edad Media es muy sugestivo). Aparte del contenido esencial de este ensayo, la agilidad de la exposición, la alegre y clara inteligencia que revela, lo hacen uno de los más valiosos.

El estilo de los ensayos de Huxley es uno de los más puros y atractivos de la literatura contemporánea (comparable sólo al de Valéry o al de T. S. Eliot). Posee cualidades que rara vez se ofrecen juntas: vivacidad imaginativa, rigor lógico, intuición poética, originalidad. Huxley desarrolla sus curiosos puntos de vista sin necesidad de recurrir al inteligente pero mecánico sistema de la paradoja (ver Chesterton o Shaw). Su punto de vista es original, pero usa de la sorpresa con mesura. Plantea su posición y luego la desarrolla precisamente, insistiendo con fuerza y concisión en los puntos fundamentales, no sacrificando la solidez de la expresión al fácil brillo. Por otra parte consigue un equilibrio estable entre el desarrollo lógico (impecable, nítido) y la metáfora (imprevista, nueva) con que ilustra y hace plástico su pensamiento. Un ejemplo basta: "Algunos filósofos reducen deliberadamente la ración alimenticia. -¿"¿Te parece propio de un filósofo preocuparse de los llamados placeres, tales como el comer y el beber? -No por cierto, Sócrates, dijo Simias" (¡Qué ganas siente uno de pegar un puntapié a estos imbéciles que siempre están de acuerdo con el viejo sofista, por grande que sea el despropósito que diga! Merecerían la cicuta cien veces más que su maestro). -"¿O las relaciones sexuales?" continúa Sócrates. -No. -¿O todos los cuidados del cuerpo? ¿Crees que el filósofo tendrá en precio?" Claro que no -como necio que es. El alma del filósofo "se aparta cuanto puede de toda asociación y contacto con el cuerpo y aspira a la verdad en sí misma". ¿Con qué resultado? Privada de su sustento, el alma crece flaca y sarnosa, como el león famélico. Con asco y lástima en medio de nuestra admiración no podemos menos de exclamar: "¡Pobres animales!". Ante la visita de almas tan extraordinarias y lamentables como las de Kant, Newton o Descartes. "¿Por qué no les dan bastante de comer?" (ver págs. 166 a 167). Como se ve sus metáforas son, también, humorísticas. Resumiendo: una inteligencia maravillosamente dotada, una enorme capacidad imaginativa, un estilo preciso, poético y humorístico. Tal es el balance de estos ensayos de Huxley. (Olvido deliberadamente su increíble erudición. Ya se ha hablado demasiado de ella).

La traducción es francamente buena, la edición muy hermosa. Hay algunos reparos que hacer: los ensayos no llevan la fecha de composición; tampoco se indican de dónde han sido tomados ni quién ha hecho la selección. Falta, además, el acostumbrado y servicial prólogo de Guillermo de Torre, prometido desde la publicación (en 1943) de El joven Arquímedes."

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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