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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Una gran dama : El doblaje es indeseable"
En Marcha, Montevideo, Nº 291, 1945.
p. 13

"Una gran dama fue filmada para especial lucimiento de Greer Garson y responde a esa campaña de glorificación de sus estrellas que tan concienzudamente realiza la M. G. M. Esta película es digna sucesora de otros recordados films: De corazón a corazón, Rosa de abolengo, Madame Curie. Responde, además, al deseo de reunir nuevamente a la qué, sin exageración, podría llamarse "la pareja cinematográfica más estable del cine actual". A través de las peripecias provocadas por una campaña de defensa de los hijos naturales, por la batalla de Inglaterra, por el descubrimiento del radium y por la construcción de una gran fortuna, Greer Garson y Walter Pidgeon han permanecido siempre juntos. Todo hace suponer que no se separarán.

Las laboriosas observaciones que anteceden tratan de indicar al lector la finalidad capital de Una gran dama. Toda otra consideración es completamente secundaria. Este film no pretende otra cosa que cobrarle la entrada al espectador, desarrollar durante dos horas o más una variada cantidad de escenas en que aparecen sus protagonistas (solos o acompañados) y (rara vez) los actores secundarios solos, y luego de esta exhibición, dejar a dicho espectador irse íntimamente complacido porque ha visto a "la pareja más", etc., etc. La calidad artística de la película, el valor humano del conflicto que presenta, no interesan para nada a ese espectador ideal. Cualquiera que sea el conflicto, cualquier que sea el pensamiento expuesto, serán aceptados sin reparos u olvidados sin esfuerzo. Vamos a decirlo todo de una vez: Una gran dama sólo pretende entretener a sus espectadores. Nada más. Nadie se opone a jugar al ludo para llegar a conclusiones filosóficas, o para aprehender valores estéticos. Nadie va a ver Una gran dama esperando otra cosa que una escena de Greer Garson con Walter Pidgeon, y otra de Walter Pidgeon con Greer Garson, y así sucesivamente.

Poseído de tal convicción el cronista piensa que es inoperante la enumeración de los defectos artísticos y de las mentiras históricas que el film prodiga con abundancia. Sin embargo, pese a esta firme convicción, el cronista cree su deber señalar los defectos y las mentiras aludidas. Una rápida enumeración dice así:

1º La mentira fundamental de Una gran dama consiste en la artera glorificación del imperialismo de que es representante el Mayor Parkington. Como el film se centra en la figura de su esposa, resulta difícil ver al Mayor en toda su plenitud. Pero la imagen que se ofrece de él es más o menos ésta: un audaz e inescrupuloso hombre de negocios, poseedor de una fortuna fabulosa, que arruina a sus competidores por venganza personal. Este es el lado malo del personaje (primera mitad del film). Más adelante vamos a ver que el Mayor (pese a su cinismo y a su afición a las mujeres lindas) tenía una elevada concepción económica del mundo, que no juntaba dinero por mera ambición personal. El Mayor pensaba que se debían crear grandes fortunas (usando no importa qué métodos) y conquistar los grandes mercados económicos para provocar, con esto, el grandioso crecimiento de la nación. En una palabra, el Mayor era imperialista. El film al glorificar su imperialismo está haciendo alusiones de palpitante actualidad (como dicen los cronistas). Pero hay algo más: en la mediocre novela de Gromfield no existe esta glorificación. En el último capítulo del libro la Sra. Parkington condena la actividad económica de su marido por el egoísmo básico que la inspiraba y dice que la única finalidad del Mayor fue tener poder y ganar dinero, sin importarle otra cosa. Por otra parte este personaje aparece en el libro con tintas mucho más realistas. Su afición a las mujeres no se reduce a la inocente cacería de zorras con Lady Norah, sino que va un poquito más allá y su muerte se produce en circunstancias poco decorosas: en los brazos de una prostituta en Cannes. El film eleva el pedigree del Mayor al hacerlo morir en una carrera automovilística. Como se ve el mejoramiento de la moralidad de Parkington encaja perfectamente con el propósito de glorificar delicadamente su prácticas económicas. Es claro que estas consideraciones deben resultar incomprensibles para las buenas señoras que asisten puntualmente a estos films y que relacionan el imperialismo con las crinolinas de la Emperatriz Eugenia. Toda esta porción del film se dirige a los señores que acompañan a dichas damas al cine y que, si están despiertos a esta altura de la película, no pueden dejar de aprobar calurosamente dichas prácticas (nos referimos, es claro, a los públicos norteamericanos).

2º En cuanto al valor artístico del film se reduce a la interpretación. La novela original, el libreto cinematográfico y la realización de la película no tienen nada que ver con el arte. La forma del film -la evocación por Mrs. Markington, en una agitada noche, de algunos episodios de su existencia (puntualmente ordenados según la cronología)- adolece de confusión y de desequilibrio. En cuanto a las escenas aisladas coquetean furiosamente con el ridículo y más de una vez (gracias a la desinteresada cooperación del doblaje) caen con estrépito en él. Como ejemplos se pueden citar la escena de la fiesta en que los Parkington son despreciados por la sociedad neoyorquina y la escena en que Aspasia cuenta a la protagonista la infidelidad de su marido. En cuanto a la interpretación es poco lo que se puede decir, ya que el doblaje impide toda apreciación y el cronista sólo puede juzgarlos por su mímica. Hechas estas salvedades se puede afirmar que Greer Garson está bien en las escenas de comedia (p. ej. está muy bien cuando flirtea con Walter Pidgeon en Leaping Rock) y bastante mal en las escenas dramáticas, en las que luce una máscara inexpresiva y dura. Algo semejante sucedía en la temida Madame Curie. Los demás actores poco tienen que hacer. Cabe señalar para terminar, los efectos desastrosos del doblaje en la interpretación de Walter Pidgeon, de Gladis Cooper y de Agnus Moorehead. En cuanto al director, Tay Garnett, olvidó completamente que en un tiempo dirigiera La cita; incluso se llega a sospechar que durante la filmación de Una gran dama se olvidó que era el director y se fue a pasear."

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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