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"Eso fue mi vida"
Por Roger Mirza
En "La Semana" de El Día, Montevideo, año 6, nº 346
23-29/11/1985, p. 9.

 

En la primera parte de este reportaje a Emir Rodríguez Monegal, el crítico y ensayista uruguayo recientemente fallecido, después de referirse al reencuentro con su país, aborda el tema de la "Generación del 45" y de la relación entre creación y crítica señalando que su propia crítica es siempre narrativa como sucede con "Las raíces de Horacio Quiroga", el "Rodó" y sus libros sobre Borges. Respecto a este rasgo de su obra dice:

 

La crítica como ficción

ERM: Yo he escrito crítica y también ficción, ficción como si fuera crítica y ahora escribo ficción como ficción. Es un problema nuevo para mí y no se puede generalizar. Lo que dice Barthes es otra cosa, que hay tipos de discursos que son totalmente ambiguos y eso es Borges, obviamente. Usted no puede poner un límite allí. Es un cuento, un ensayo, una parodia, un chiste, una locura, las semillas de una teoría filosófica, literaria.

– Usted admite implícitamente entonces que influye en la elección de un escritor el medio en que vive, porque puede escribir ficción o crítica según las circunstancias, por lo tanto la crítica adversa de un crítico puede influir sobre un creador negativamente.

ERM: Otra vez, mi querido amigo, yo no estoy diciendo eso. Yo estaba en el planteo sociológico.

– Si usted no tiene de qué vivir como creador y hace...

ERM: Espérese un momentito, escuche a su antiguo profesor. Yo estaba en el planteo sociológico. Usted me llevó a uno que era puramente literario. ¿Cuál es su nueva presentación sociológica?

– Que el discurso crítico de una nota negativa destinada a los lectores posibles de un texto de un creador puede influir sobre estos y determinar que no lo lean o también que sus observaciones se conviertan en imágenes persecutorias que determinen que el creador no escriba más.

ERM: Eso parece sociología pero es psicología pura. No. El problema sociológico es éste. Por ejemplo lo que nos pasaba a nosotros: en un medio en que no había editoriales, ni posibilidades de difusión, salvo suplementos literarios y revistas ¿quién escribía una novela? Sólo Onetti que era el loco. ¡Por qué escribir una novela quiere decir tantos años de trabajo! ¿y después la publica dónde? Ese es el aspecto sociológico. La presión del medio. Por eso escribíamos sonetos, reseñas y cuentos, eso era por la presión que no era de carácter metafísico, sino de mercado. La solución que encontramos fue crear un mercado artesanal que muy lentamente llegó a producir, primero revistas, después pequeñas editoras y que se transformaron en editoriales de verdad, entonces desapareció la opción: nadie va a escribir epopeyas en octavas reales.

– Eso desde el punto de vista sociológico...

ERM: Ahora, desde el punto de vista personal usted me dice que un crítico está presionado por el ambiente para hacer crítica y no lo está para hacer una novela. Absolutamente razonable. Eso pasa en todas las sociedades desde que existe la literatura porque ¿qué es la literatura? ¿esta biblioteca, los libros que nos rodean? No. Eso es un archivo, un museo. La literatura es el campo de encuentro de los textos de los autores, que tienen que existir como modos de comunicación. Pero si usted escribe una novela y yo escribo otra y usted está en Paso de los Toros y yo en Melo y no tenemos formas de comunicarnos no hay literatura, hay libros. Entonces ¿cuál es el problema de un señor al que le pagan para que escriba? Por ejemplo a mí. Cuando yo vivía en Uruguay era profesor, primero en Secundaria, después en el IAVA, luego en el Instituto de Profesores "Artigas". Yo daba mis clases, mis cursos y escribía trabajos de erudición y todo lo que podía en un medio en el que casi no se publicaba.

 

Polvo y transpiración

– Aquel Rodó...

ERM: ¡Y el Bello! A veces busco un dato en esos libros y pienso: ¡pero estaba delirante! Me pasé años tratando de saber si un artículo era de 1930 o del 31.

– ¡Y en qué condiciones se trabajaba además!

ERM: ¿Usted sabe cómo hice el Rodó? Toda la parte política de Rodó no había sido recogida. Entonces yo iba a los sótanos de la Biblioteca Nacional, me ponía un guardapolvo, extendía los diarios sobre la mesa y me acostaba sobre ellos y copiaba a mano. Después pasaba todo en limpio y volvía a copiar. Me pasaba horas y lo que conseguía era más polvo que otra cosa.

– En la Generación del 45 no hay sólo talento, hay un trabajo feroz...

ERM: Lo que decía Edison ¿no? Noventa y nueve por ciento de transpiración y uno por ciento de inspiración, y creo que no llegamos ni a uno. Bueno, eso era mi trabajo oficial, en Secundaria de cinco a diez de la noche, pero a Secundaria no le importaba lo que yo hacía fuera de eso. Trabajaba en el I.P.A., en "Marcha", y a Secundaria no le importaba, en "El País", traducía a "Hamlet", era codirector de una revista y todo eso a Secundaria no le importaba. Yo podía hacer lo que se me daba la gana, podía hacer cine, teatro, de repente con seudónimo hacer una nota de artes plásticas...

– Sigue siendo así Uruguay...

ERM: Eso era para mí Uruguay, un país donde yo podía hacer mi trabajo y cualquier otra cosa que me gustara.

– ¿Y le hizo bien eso?

ERM: Eso fue mi vida. Cuando fui a Estados Unidos (en cambio) primero: usted, señor, es un académico, da sus clases, va a la Biblioteca, publica sus trabajos, pero no puede hacer otra cosa. Es decir podía ir al teatro, al cine, pero...

– Le exigían dedicación completa.

ERM: Sí. Se acabó. Toda mi pasión por escribir sobre cine, traducir para el teatro...

– Pero eso no lo obligó a trabajar más sobre literatura justamente.

ERM: Es mucho más importante que eso. Tuve tiempo libre para dedicarme a esas investigaciones abstrusas, pero no tenía necesidad de transcribirlas a lo bruto porque tenía tiempo de refinarlas y hacer cosas un poquito mejores. Es decir, desde el punto de vista erudito académico yo he crecido, pero a costa de qué. De dejar de ser yo en todas las cosas que me gustaba hacer y en las que yo antes era un actor y ahora soy un espectador.

– De modo que usted piensa que las condiciones en Uruguay tienen su aspecto positivo aunque destrocen a la gente por el camino.

ERM: Vitalmente los años de 1943 en que yo entré en "Marcha" hasta el 68 en que me echaron de Secundaria y tuve que ir a Estados Unidos, fueron los años absolutamente más fabulosos de mi vida. Cuando el presidente me dio esa medalla ("por su contribución a la cultura en todos estos años", otorgada en la Biblioteca Nacional el 4 de noviembre pasado) yo hablé no en nombre mío sino de todos porque pienso que debe haber sido lo mismo para todos. Éramos unos locos que queríamos ser críticos en un país en que no había crítica y como tales porfiamos hasta...

– Y el resultado de eso, ¿piensa que fue positivo?

ERM: Para mí, maravilloso. Ahora, yo no puedo opinar si fue bueno o malo desde su punto de vista. A usted de pronto le parece maravilloso o un mamarracho. Mi opinión como protagonista, entre muchos, es que fue maravilloso. Ahora, la calidad, eso, lo deciden otras personas. Yo no puedo hablar de la calidad de mi obra porque, para mí, mi obra es opaca, en el sentido de que yo la hago pero no sé. La gente viene y me dice "me gustó mucho" y digo "Ah ¡qué bueno!" y dice "Es un mamarracho" y digo "Ah ¡qué bueno!"

 

El parricidio necesario

– En general las nuevas generaciones son siempre parricidas con respecto a sus mayores...

ERM: Todas. La única forma de afirmarse es el parricidio.

– ¿Y para usted el parricidio no habrá consistido en demoler la generación del 20?

ERM: Yo diría que no tuvimos que demolerla porque ya estaba bastante decaída.

– Pero, justamente hay una revaloración de la Generación del 20...

ERM: Vamos por partes. Primero le cuento lo que hicimos nosotros, después me cuenta lo que están haciendo ustedes. Pasó lo siguiente –y en eso estábamos todos de acuerdo– que las generaciones entre Zum Felde y nosotros habían fracasado en la crítica y que nosotros restaurábamos la crítica en el punto en que la dejó Zum Felde. Entonces, más que matarlos los salteamos y establecimos el puente entre la Generación del 900 y la nuestra, y que de la del medio se ocupen otros.

– ¿Por qué?

ERM: Porque es la única manera... ¿Usted va a hacer su obra sobre la generación anterior? Tiene que hacerla, pero al mismo tiempo sobre otra cosa, porque si no es un epígono, un continuador. Usted no va a escribir como Rodríguez Monegal. Usted ahora –no digo usted digo la generación de ustedes– nos están revisando a nosotros y están valorizando la del 20. Típico parricidio. Es la única manera que tienen de mostrar que son distintos. Si ustedes no estuvieran haciendo eso serían unos idiotas. Si celebraran a la Generación del 45 serían epígonos. Yo prefiero un parricida y no un epígono porque un epígono es como verse uno, con la cara de uno, en forma más aburrida. Un parricida por lo menos nos da la chance de decir: hay que pelear. Por lo menos me siento más vivo con un parricida que con un señor que si yo le digo "Borges es un gran escritor" agrega "Ah! maestro, Borges es un gran escritor!" Ahí me dan ganas de decir lo contrario.

– En ese ejercicio crítico recuerdo las polémicas con Angel Rama y particularmente sobre Felisberto Hernández.

ERM: Bueno, mire, antes que entrar en particularidades la Generación del 45 fue muy polémica y la mayoría de éstas deberían ser olvidadas porque no tenían razón de ser. Mi polémica con Angel Rama, no es tal, era una guerra a muerte por el poder y punto. Rama era una persona ambiciosa y yo también. Yo era mayor que él y tenía posiciones que él quería. A veces se acercaba lo suficiente como para olerlas. Otras veces se alejaba de ellas. Entonces, cuando yo estaba en el poder lo masacraba a él y cuando él estaba en el poder me masacraba a mí. Y no hemos tenido una polémica seria sobre nada porque yo soy un especialista en crítica literaria y Rama un publicista. Rama como crítico para mí no existe, nunca existió. Yo lo conocí de joven. Hacía cantidad de tareas críticas que dejó para la publicidad, es decir, para la difusión de la cultura, de la literatura, cosa que ha hecho en forma admirable. Creo que es una de las personas que ha hecho una obra más grande para la difusión de nuestra literatura. La Enciclopedia Uruguaya, por ejemplo, es admirable y fuera del país la Biblioteca Ayacucho, que es una gran obra. Yo le digo con toda sinceridad, porque siempre se lo dije a él: "Angel, tú has desperdiciado tus condiciones críticas metiéndote a hacer millones de cosas que haces muy bien y millones de otras que haces muy mal".

– Pero, ¿eso era una elección o más bien un adaptarse a exigencias del medio?

ERM: Nunca me interesó tanto Rama como para averiguarlo. Ahora, como crítico me parece absolutamente confuso. La primera palabra es marxista, la segunda, paramarxista, la tercera, exquisita. Hay un trabajo de él sobre el Modernismo y Darío.

– Sí. Ese es precioso...

ERM: Es horrible, un mamarracho...

– Sin embargo introduce un montón de temas...

ERM: Sí, pero precisamente es como una especie de escorchado de temas sin nunca llegar a nada.

– Hay que espigarlo.

ERM: Sí, bueno, pero para espigarlo leo a Darío. No a un señor que me dice una cosa en media página sin terminar en nada. Después hizo otra corrigiéndose que es aún peor. Ahora, Rama pensaba rapidísimo, es una de las personas que piensa más rápido que haya conocido, pero no tiene paciencia. Escribía novelones en tres días. La erudición de él era de cosas que recordaba, tenía una gran memoria. Pero no se puede hacer erudición con la memoria. Como cada vez estaba más entrampado –en el buen sentido de la palabra– en empresas descomunales... Si hago la Biblioteca de Ayacucho o la Enciclopedia Uruguaya no puedo estar haciendo crítica. Yo le decía: "Angel concéntrate, hacé algo". La obra crítica de él es inmensa pero es todo superficie, no hay un solo autor que él haya estudiado en serio o descubierto, no hay trabajo monográfico.

– ¿Y "La generación crítica"?

ERM: Es la guía de teléfonos del Uruguay. Es un libro brillante para leer pero usted se encuentra con 780 escritores en Uruguay y nadie se va a tomar en serio un libro crítico que hable de 780 escritores en dos o tres puntos. Yo le digo la verdad, a mí me parece que Rama era un gran publicista, que tenía un gran talento para una serie de actividades pero, ¿qué autor ha descubierto Rama? A Felisberto lo descubrí yo..."

(continúa)

 

 
 
 
 
 

 

 

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