|   | "Desapareció 
            notable crítico uruguayo: Rodríguez Monegal falleció en EE.UU."
 Por Jorge Abbondanza
 En El País Cultural, 15/11/1985
 
   "Sofisticado y mordaz, Emir Rodríguez Monegal esgrimía 
              en medio de la charla sus frases risueñas como un estiletazo. 
              Así lo recuerdo, apoyado en uno de los escritorios metálicos 
              de la redacción de EL PAIS, diciendo que El desierto rojo 
              de Antonioni le parecía aburrida, mientras cerca suyo algunos 
              críticos juveniles se deshacían en esfuerzos por opinar 
              airosamente sobre la película. No era fácil seguir 
              el ritmo de sus ironías y resultaba inútil competir 
              con sus epigramas, porque su estilo se libraba por vía oral 
              con la misma elegancia y la misma sencillez aparente que dominaban 
              sus notas cuando escribía: una sencillez estudiada y seductora, 
              que lo hacía elegir palabras engañosamente comunes 
              para armar frases por dentro de las cuales la erudición corría 
              impalpablemente y en las que se despachaba un juicio de notable 
              precisión sin perder por ello la gracia que las mantenía 
              como en el aire. Es mejor no recordarlo con la estampa agónica que trajo 
              en su último paso por Montevideo, y ahora que la noticia 
              de su muerte acaba de llegar desde Estados Unidos, uno se pregunta 
              cuánto lo habrá afectado la exhibición casi 
              fúnebre de sí mismo en esa tardía visita a 
              este país, desmoronado como estaba en un extremo de gravedad 
              donde parece tanto más aconsejable retraerse para dejar en 
              los demás los recuerdos clementes del pasado, sin la sensación 
              un poco aterradora de haber perturbado sus últimos días. 
              Por eso conviene ahora saltar hacia atrás, hacia el apogeo 
              de ese hombre de afinada sonrisa, que en los últimos tiempos 
              se había alejado del Uruguay hacia una trayectoria de halagos 
              y resplandores internacionales, desde la dirección de la 
              revista "Mundo Nuevo" hasta sus cátedras de literatura 
              hispanoamericana en universidades norteamericanas. La sagacidad 
              perforadora con que supo escribir y hablar de esas letras continentales, 
              ubicó a Rodríguez Monegal en el eminente nivel de 
              prestigio que disfrutó desde hace dos décadas y lo 
              proyectó a un circuito de influencia y reconocimiento al 
              que sólo tiene acceso gente de primera línea, en verdad. No perdió por ello su tono causal, su gesto burlón, 
              la envidiable limpieza con que emitía juicios definitivos 
              sobre los creadores y su obra. Quien lo haya leído durante 
              años en la etapa de su actividad periodística en Montevideo, 
              primero en "Marcha" y luego en EL PAIS, sabe el deleite 
              privado que se podía experimentar cuando se recorrían 
              las vastedades de su crítica sobre El gatopardo de Visconti, 
              en la que trasmitía el deslumbramiento del film como si además 
              de descubrirlo consiguiera trasladarlo a su nota, porque lograba 
              una identidad de estilo entre el tema elegido y el juicio que volcaba 
              sobre él. Ese deleite podía convertirse en el asombro 
              que provoca el fervor de un entomólogo cuando aludía 
              en otra de sus larguísimas notas a La Gaviota dirigida por 
              Larreta, donde pedía la levedad que le faltaba al espectáculo 
              y lo hacía con una modalidad recorrida justamente por el 
              tenue humor que solicitaba a esa puesta en escena. En esos fulgores 
              y en ese pasado se debe fijar ahora la memoria que conviene guardar 
              de este uruguayo que desde ayer se aleja simplemente un poco más."   |